Son importantes, constructivas y deseables.
Y, por si alguien tenía alguna duda, por supuesto, necesarias.
Durante los campamentos de verano, la vida no se detiene, no se abre un paréntesis absoluto en el que las normas desaparecen y cada uno hace lo que se le ocurre, que no lo que le apetezca o le parezca mejor.
El campamento de verano propone un espacio diferente para conocer y conocerse, para intercambiar, para aprender y entender, en definitiva, para crecer y para hacerlo en compañía de iguales, de monitores y monitoras, de profesores y de responsables diversos que están en ese escenario para que todo resulte lo más agradable, beneficioso e interesante posible.
Y cuando hay grupo, independientemente de su edad y condición, hacen falta normas para que funcione.
Normas, sí, esa palabra que impone respeto porque se asocia con un estado ordenado de las cosas en el que el castigo planea, como un dron indiscreto, en busca de una pieza que cobrarse. Es lo que tiene la inercia
¿Has probado a cruzar los brazos adelantando en primer lugar el contrario al que sueles adelantar?
Cuesta ¿no es cierto?
Pues eso, inercia.
Vamos a romper esa inercia, vamos a viajar al presente sin lastres y vamos a volver sobre el valor de las normas, en este caso, en los campamentos de verano.
Las normas unifican a todos los campistas, los igualan en el cumplimiento de una serie de preceptos -otra palabra cargada de inercia- para que la convivencia se desarrolle de la manera más armónica posible.
Se trata de conceptos básicos, de sentido común, más que de severas imposiciones al estilo victoriano.
Las normas de seguridad forman parte del conjunto de pautas de convivencia que se han de observar en un campamento de verano y persiguen el mismo objetivo, garantizar el buen funcionamiento del mismo y de los campistas para que las vacaciones, el campamento, en definitiva, la vida, siga su curso.
Y si la vida no se detiene, los riesgos tampoco.
Pero sí se pueden reducir tanto que pasen casi desapercibidos y la mejor aliada para conseguirlo es la sencilla y maltratada norma.
Es cierto, vacaciones y normas de seguridad no acaban de encajar a priori y, sin embargo, créalo, son protagonistas de una historia de amor complementaria que si va bien promete mieles y si se trunca puede dar al traste con las mejores perspectivas.
La base de las normas de seguridad que garanticen el buen funcionamiento de un campamento reside en los más sencillo, la confianza.
La confianza entre los alumnos y su profesor asignado será un colchón que proteja la convivencia tanto en los espacios comunes más genéricos como en los bungalows o en el espacio personal de cada alumno.
Después vienen las recomendaciones, esas normas que no lo son porque parecen haberse quedado a medio camino entre sugerencia y precepto, los consejos. Sí, los consejos y sugerencias que se quedan por ahí como si no tuvieran importancia cuando todos sabemos que de haberlos seguido, en más de una ocasión, nos hubiéramos librado de más de un dolor de cabeza.
Los consejos de seguridad como que los alumnos no lleven objetos de valor que impliquen vigilancia especial, constituyen un buen ejemplo. Ya nos extenderemos en otro momento, que el tema promete. ¿O no?
Y luego está la seguridad de la integridad física de los alumnos y alumnas que asisten al campamento y aquí se acabaron los eufemismos, ya no hay consejos, hay seguridad y normas de obligado cumplimiento como que los alumnos tienen terminantemente prohibido acceder al exterior del recinto a no ser que lo hagan acompañados de personal autorizado o de familiares debidamente registrados y documentados.
Es necesario que las familias sepan que la seguridad es prioritaria en el centro, que la residencia se encuentra completamente vallada y que cuenta con un circuito cerrado de cámaras y un servicio de vigilancia nocturno de protección para que los alumnos se dediquen a lo importante que es disfrutar del campamento, sin percatarse de ello.
Además, la única puerta de acceso al recinto está en la recepción, manteniéndose cerrada y permitiendo el acceso sólo al personal autorizado.
Y sí, los alumnos pueden acudir a los profesores o al personal de enfermería tanto durante el día como durante la noche porque ellos también pernoctan en el centro.
En resumidas cuentas, una buena suma en la que la apuesta por la diversión, el aprendizaje y el disfrute salta a la vista porque se sustenta sobre una base de seguridad cuidadosa y minuciosamente construida.